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Monday, January 26, 2004

O primeiro blog que parece que existe mas é mentira...

Por acaso é uma saida inglória para a minha falta de posts.. mas ca vai um meio à pressão. para quem falar espanhol ca vai uma boa razão para NÃO deixar de fumar:

LOS FUMADORES, ENTRE EL ATRACO Y LA ESTAFA

Por Antonio Escohotado (*)

MADRID, Dic (IPS) - Pensaba dejar los cigarrillos el próximo febrero,
dando por suficientes 40 y muchos años de gran fumador, pero el
recrudecimiento de la cruzada antitabaco justifica un ejercicio de
solidaridad con quienes siguen fumando, y aspiran a ser respetados.

En efecto, los reglamentos no mandan que las tiendas de alpinismo
estampen en sus artículos esquelas sobre peligros de la escalada; ni
imponen a la manteca y la mantequilla esquelas parejas sobre los riesgos del
colesterol.
Ni siquiera los concesionarios de motos y coches deportivos deben
incorporar algo análogo sobre accidentes de tráfico. Vendedores y bebedores
de alcohol, quizá por respeto al vino de la misa, no son molestados.
Quienes usan compulsivamente pastillas de botica resultan pacientes
decorosos, y quienes toman drogas ilícitas son inocentes víctimas,
redimibles con tratamiento. El tabacómano y el simple usuario
ocasional de tabaco, en cambio, son una especie de leprosos
desobedientes, que pueden curarse con sanciones y publicidad
truculenta.

Es indiscutible que el humo molesta, y que debe haber amplias zonas
para no fumadores. Sólo se discute qué tamaño tendrán en cada sitio
(edificios, barcos, aviones) las zonas para fumadores. Cuando algo que
usa un tercio de la población recibe una centésima o milésima parte del
espacio -o simplemente ninguna- oprimimos a gran número de adultos,
capacitados todos ellos para exigir que las leyes no reincidan en defenderles
de sí mismos. Que las leyes prohíban, o impongan, actos por nuestro
propio bien dejó de ser legítimo ya en 1789, al reconocerse los
Derechos del Hombre y del Ciudadano, gracias a lo cual en vez de
súbditos-párvulos empezamos a ser tratados como mayores de edad
autónomos. Y es llamativo que en un momento tan sensible al respeto
por muy distintas minorías cunda un desprecio tan olímpico hacia la
única minoría que se acerca a una mayoría del censo.

Sólo se entiende, de hecho, considerando la tentación de convertir los
estados de Derecho en estados terapéuticos, legisladores sobre el
dolor y el placer, donde lo que antes se imponía por teológicamente
puro pueda ahora imponerse por médicamente recomendable.

Con todo, la sustancia del atropello no cambia al sustituir sotanas
negras por batas blancas. Si atendemos al asunto concreto, vemos
enseguida que la fanfarria terapeutista disimula y deforma sus
términos. En primer lugar,la nicotina estimula, seda y previene algunas
enfermedades; los agentes propiamente nocivos son alquitranes derivados
de asimilarla por combustión.

El gendarme terapéutico ¿se ocupa acaso de promover alternativas al
alquitrán? Las primeras patentes de cajetillas con una pila que
calienta el tabaco a unos cien grados, hasta liberar la nicotina sin producir
alquitranes, tienen más de 20 años. Esos revolucionarios inventos para
inhalar selectivamente han ido siendo comprados por las grandes
tabaqueras, como es lógico; pero que Philip Morris o Winston se arriesguen a poner
en marcha tanto cambio pide un cambio paralelo en la actitud oficial,
hoy por hoy anclada al simplismo de satanizar la nicotina.

En segundo lugar, las incoherencias del terapeutismo coactivo brillan
en el hecho de que sus desvelos por la salud del fumador no incluyen
informar sobre o intervenir en qué fumamos, cuando el tabaco ronda una
quinta parte del contenido de cada pitillo. El resto, llamado sopa, es
una receta confidencial del fabricante, cuya discrecionalidad le
permite novedades como añadir tenues filamentos de fósforo al papel,
para que queme más deprisa. En tercer lugar, a este generalizado
trágala se añaden promesas de doblar el ya exorbitante precio de las cajetillas,
como si sumir en ruina al tabacómano le resultara salutífero.

Así, los deleites unidos a fumar -que son básicamente energía y paz de
espíritu-, y los inconvenientes de dejar esa costumbre -que son
desasosiego, y resucitar la codicia oral del lactante- pretenden
solventarse con un cuadro de castigos: no saber qué fumamos, no tener
alternativas a una inhalación de ilimitados alquitranes, padecer
atracos al bolsillo, sufrir discriminación social, o comulgar con falsedades
(como que estaremos a salvo de cáncer pulmonar, bronquitis, arterioesclerosis e
infartos evitando el tabaco). Curiosamente, el cruzado farmacológico
norteamericano, que está en el origen de esta iniciativa, se niega por
sistema a reducir sus emisiones de gases tóxicos firmando Kioto, sin
duda porque tragar humo de modo involuntario y no selectivo es tan
admisible como inadmisible resulta tragarlo de modo voluntario y
selectivo.

Ante tal suma de iniquidades, un grupo tan nutrido como el tabaquista
debe reclamar los mismos derechos que cualquier minoría, empezando por
regular él mismo sus propios asuntos. Actos de pacífica desobediencia
civil en cada país, como encender todos los días varios millones de cigarrillos a
cierta hora, parecen sencillos de organizar, y prometen tanta fiesta
para los rebeldes como impotente costernación en el gendarme
higienista.

Moliére lo comenta ya en L'amour médecin: el tabaco es droga de gente
honrada, como el café. Reconozcamos también que en tiempos de Moliére
no se había descubierto el cigarrillo, ni Hollywood había promocionado tan
abrumadoramente su empleo. Doy por evidente que los ceniceros sucios
despiden un olor asqueroso, que el tabacómano es una especie de manco,
y que fumar muchos cigarrillos genera a la larga efectos secundarios
funestos. No por ello resulta más arriesgado que conducir deprisa. Ni
es más insensato que ignorar el cultivo del conocimiento, la práctica
de la generosidad o prepararse cada uno para su venidera muerte. Lo
arriesgado es que la ley saque los pies del tiesto, lanzándose a proteger a los
ciudadanos de sí mismos, como si la sociedad civil pudiera
administrarse a la manera de un parvulario.

Cuando nos atracan entregamos el botín a disgusto, conscientes de
padecer una agresión. Cuando nos estafan lo damos a gusto, imaginando
hacer un buen negocio. Pero es estafa, y no buen negocio, cargar con planes
eugenésico-paternalistas que siempre aúnan despotismo con frivolidad.
Dejar de fumar sólo cuesta tanto porque sus efectos primarios -anímicos y
coreográficos- generan un placer sutil. Sin duda, haremos bien dejando
de fumar compulsivamente, mientras eso no nos amargue el carácter y
desemboque en efectos secundarios como obesidad, inquietud o sustitutos químicos
para la sedación-estimulación que obteníamos encadenando cigarrillos.
Como dijo Epicteto, "nada hay bueno ni malo salvo la voluntad humana",
y si lo olvidamos todo el horizonte se torna banal, no menos que
proclive a confundir opresión con protección, estafa con benevolencia.
(FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Antonio Escohotado, escritor y filósofo.
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e pronto... daqui a uns meses ca vou eu outra vez...
note-se que este post é mais para descansar a minha consciência e fazer de conta que escreví alguma coisa...